domingo, julio 08, 2007

Deseos incendiarios

Para quemar, la palabra del día, aunque el propósito sea el opuesto. Porque el fuego destruye y purifica, clarifica, identifica, no importa la cosmogonía en juego. Porque ya es tarde para divagar y todo lo que surja es concreto, aunque absurdo, incoherente, diverso. Porque los sueños se incendian como las imágenes del día vencido, por más bellas que sean, por más esquinas, lunas, y veces que vea tu rostro y tu sonrisa, tus ojos en mí, enfrentando al despertar. Aunque los acordes aún destilen sudor, violencia (de la que disfrutamos). Porque insisto, la pasión que me mueve es más que el Amor, más que el odio. Porque mi poesía es intocable, así la defino, pero mi prosa no, a mi prosa quiero que la incineren; arderá tranquila. Porque la semántica sigue sin discernirse, identificarse, catalogarse, clasificarse, y nada de esto corresponde. Porque el fuego, el alma, no se puede simplifcar, aunque aun así lo intentemos. Aun así lo sea. Porque renacer es lo que hago. Porque no lo sabía. Porque lo hago con dolor y con ganas. Porque los días santos renazco, me inflamo, y tal vez no importe más nada, o vos, allí. Porque no puedo verte y ahí estás. Porque no querés verme y no estoy, tampoco. Porque es otra vez, pero peor. Porque estoy aprendiendo, nunca voy a dejar de aprender, pero el placer de cometer los mismos errores no me lo quita nadie. Porque hay hombros atentos, cariñosos, sinceros, en los que apoyarse y ver, aunque cierre los ojos allí. Porque pensé que había mentido tanto, pero no, no es así. Porque prefiero el rencor, a veces. Porque me has mentido, seguramente. Porque tal vez siempre recorra mi propio camino y el de nadie más, nadie menos. Aunque me hubiese gustado que me acompañes, o acompañarte. Porque sí, alguna vez hice estas cosas, y dejé de hacerlas cuando ardió el último fuego. Porque sí, porque ya es hora.

1 comentario:

jacquesdemolay dijo...

Quisiera pensar que quemar no tiene el más estricto sentido stallinista de la palabra. La poética concreta tiene el límite de una muralla inextricable. Bien por tí, muchacho, oh, pálido muchacho!