domingo, septiembre 30, 2007

Fading out into the night


Hoy fue difícil hablar. Aunque las horas dijeron que serían dueñas de decidir eso.

Pero vencí el despotismo de las horas desde el momento que en vez de hablar pude escuchar. Lo hago con facilidad, lo disfruto, "knowledge speaks, but wisdom listens". Escuchar es un arte. Requiere, como todo arte, amarlo. Pocos aprecian eso, pocos.

Frente a mí, entonces, se desata una tormenta extrañamente calma, la elocuencia de su dolor fue siempre inexpugnable, y estiré mis manos más de una vez, antes, ahora, y volveré a hacerlo, para cubrir el dolor. Con la insignificancia y la impotencia característica de, sí, de mis manos, vehículos de algunas de mis emociones más primales.

Jamás logré, y asumo lograré algo. Pero simplemente tengo que hacerlo.

Y la tormenta fue tan calma como la que yo he desatado en algún tiempo, o como aquella que he estado gestando; pero la vida me dice que es la misma, con otros vientos. Esos vientos que no secan las lágrimas, sólo las llevan a otro lado. Y creo, creo que al final estas tempestades no son purificadoras.

Veo esa marea, ahora, la que el no saber mirar me ocultó mucho tiempo; aunque esas aguas ya, naturalmente, conocía. Veo que las verdades incendiarias que me rodean, verdades que entiendo y comprendo, hacen de todo lo que conocía y construímos, algo tan frágil. Veo como cae, como termina. Me quiero hacer fuerte ahí, donde el cielo se precipita con una violencia atroz sobre una Ciudad, sobre Adan, sobre Eva, y no habrá tiempo para la Bruma, ni para estar Entre mareas, ni para escuchar a La Noche otra vez hablarme de ella, eso que tanto me gusta, y recordarla en aquel sueño cuando su sonrisa fue todo. Aquí ya no me quedan más Milagros, no, aquí no depende de mí.

Prometí olvidarme, y no lo estoy haciendo, y tal vez falle en mi promesa. Pero es más el dolor con la ausencia, mucho más, eso lo aprendí. Siempre serás mi inspiración, y eso no puede ser malo, para nadie. Porque hay cosas que quedan, uno lo sabe, en la piel. Pero en el silencio, en la consecuencia, en la decisión, yo ahora intento, lentamente o ya, desvancerme en la noche de los tiempos. Me llevaré mis seis cuerdas, lápiz y papel. Y allí, escribiré canciones...

lunes, septiembre 24, 2007

Actualización para la interpretación semántica I

La Vanidad aquí es coherente -a prueba de anti-metáforas-.

Saludo a los dignos.

viernes, septiembre 14, 2007

Take a second look

La negrura del lugar era imposible, al azar quedan detalles evidentes que esta memoria distraída no guardó. Estaba yo en plena inspiración, dueño del groove más infernal, aquel que se hace fuego entre las cuerdas, aquel que agita el aire del lugar.

Una voz gruesa y familiar, inconfundible, un cigarro, whiskey santo, del mejor. Un justo, un pecador, la indiferencia, una cadencia (aquí no importan las palabras), y una sonrisa franca, pero atroz.

Between the crowd, unos ojos, la mirada, no expresión; y otra vez el mismo hechizo de mi ciencia me sacó.

La pregunta del Hombre me volvió a una realidad;

-Luth, there’s blood on your guitar...
-That ain’t blood, that’s just my soul foolin around - pude explicar, y el humo del cigarro se hizo cargo del local...

Apurando el viejo whiskey, y el blues en complicidad, el Hombre Sin Dolor me segundó, siempre un paso adelante, y sentenció,

-Take a second look...

Una Gran Lady tan bestial, un marco rojo sin igual, y otra mirada tan atroz, y tan fugaz. Lo salvaje del momento le dió impulso a aquel compás, la llama ardio más, y más, y más, y dí por tierra algún prejuicio para el caos desatar. Y llego El Otro, del averno más profundo, y sin dudarlo se puso a bailar. Allí la noche se hizo trizas, otra vez, descansando entre vapores de alquitrán, destilando licores infernales que jamás pude negar. Un clímax interminable, otra sonrisa, inexpugnable, la crudeza más deseable que jamás quise explicar. Arder era la consigna, la misión, la salvación; demoliendo meridianos, la ciudad no despertó, y a aquel viejo tugurio la cordura no volvió.

Y como dos noches atrás, en soledad, me fuí por un siniestro callejón,

Just the moon, me, and my guitar...

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13/04/06

sábado, septiembre 01, 2007

Vamos

Vamos, vamos, que a pesar de todo nada acaba, y hoy dará paso a mañana, y mañana también será pasado. Mientras tanto, cobijado entre cirujas y gitanos, aunque no entienda sus palabras algo hablan, y mi alma calla, y me arrepiento de nada. Que por pudor nunca quise escribir un tango, y hoy soy barrio y noche, bandera y canto, sonrisa y llanto. Que la muerte es el negocio equivocado, en tanta vida, aunque cruda y despiadada, aunque triste o agotada, aunque bella y necesaria, es vida, buena o mala. Vamos, vamos, que el gatillo entre mis manos ha estallado, pero sólo porque así me han obligado. Que no soy libre de culpa, ni de cargo, pero igual descanso. Que sólo importa que ya nadie entienda nada, como antítesis de un plagio necesario. Porque mis frases son sólo palabras con poco significado, o tanto. Vamos, vamos, que nos mentimos sólo por no matarnos, que entre un mañana y cuatro meses sólo hay llanto. Que rara vez me equivoqué al contemplarlo, es un orgullo tan absurdo y tan lejano. Vamos, vamos, que de divino no nos queda ya ni el vino, pero igual disfruto más el ser humano; aunque no entienda donde van, igual, ahí vamos. Si sé que siempre me acompaña un viejo hermano, que no está pero lo encuentro en cualquier lado; que la distancia, o circunstancia, ha separado. Que entre las cuerdas, tanto tiempo hemos dejado, tanta alma, tanto llanto. Vamos, vamos, que ya no hablamos, no callamos, no estamos. Porque yo elijo el camino, y lo desando. Y si hay espinas, las haré tierra con las manos, para sembrar algún pasado. Pero no esperaré allí, del otro lado, porque el camino sólo acaba cuando ya no andamos. Vamos, vamos, que todavía no olvidé algunas palabras, y si pudiese, igual no cambiaría nada, porque la vida no es casualidad ni acaba si al final nos conforma casi nada. Que yo admito que también me he equivocado, desde el primero hasta el último presagio, si es lo que hace falta para seguir andando. Y por supuesto, las que arden son mis manos. Vamos, vamos, que aún no tengo nada en claro, ni cómo hacer para ser tanto, o tan poco, o ser algo. Que los silencios son hermosos pero en vano. Aunque sea lo mismo callar o decir algo. Vamos, vamos, que otra prosa tan infame me ha ganado; y lo mediocre es jamás haber luchado. Y que a veces lo mejor es olvidar, pero no tanto. Entonces tal vez algún ciruja, con alma de gitano, entienda de qué hablo. Mientras tanto, vamos.

17/04/06

Silencio (autocrítica imperfecta)

Canto los versos que quiero oír, que pretendo interpretar. Escribo lo que quiero leer, o intento confundir para no equivocarme jamás. Las notas que salen de mis dedos sobre las cuerdas son las que sé me haran arder. Me declaro La-menor-obseso, mi patología es La Ciudad de los Muertos. La escena es grotesca, por lo menos; el negro no ayuda.

Sin embargo me permito presumir. Asumir. Prejuzgar. Avergonzarme, no arrepentirme, como precepto, norma, estupidez. Sacar conclusiones apresuradas, mi peor error: pocas veces me equivoco -la sinceridad y la modestia son virtudes que suelen confrontar, pero yo, modesta y sinceramente, descanso en una tranquila neutralidad- y suelo escapar antes de lo mejor del juego.

Esta es mi declaración, tan infame como cualquier otra. Y aunque a veces callo cuando debo hablar, me hago cargo de mi verdad, la sostengo como bandera y bastión, la defiendo con sangre y lágrimas. No aprendí a hacerlo de otra manera.

Y en búsqueda interminable, transitando por los senderos virtuales de la utopía, en pugna constante por la estética pletórica y suprema de las palabras y el sonido, y algún inalcanzable destinum magnus, aprendí, mejor tarde que nunca, que el silencio, pocas veces ponderado, es la traición más hermosa que existe.

Entonces me alío con el silencio. Y lo traiciono. Y me traiciona. Y la epifanía sobreviene. O se oculta más aún, hasta algún nuevo comienzo, esperando que el engaño sea perfecto, imperceptible. Nunca lo es, sin embargo. Pero eventualmente, ardemos.

Nos regimos por el caos, es cierto. Nunca aprendí a encender un fuego que se declare perenne sin esa chispa, que surge de romper esquemas y cuestionar el órden que uno mismo se estableció. Resignando nuestra coherencia, por supuesto, al querer construir lo eterno demoliendo nuestro último mejor intento. A veces lo absurdo resulta ser que volvemos al mismo órden, pero con alguna cicatriz más, generalmente en el orgullo, algunas veces en el corazón, otras tantas en la misma piel. Pero es el camino que elegimos y lo recorremos incansablemente, pocas veces pensando qué habrá más allá, si no abrazando lo que hay aquí, en cada paso. Siempre buscando las palabras, los sonidos. Pero en silencio.

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09/04/06