jueves, noviembre 13, 2008

Ella es el eclipse de todas las cosas


Ella juega en la espuma de los mares del alma, mientras el tiempo separa lo real de lo irreal. La marea la abraza, hacia aquí y hacia allá, la mece en un sopor de escenas lejanas y sensaciones nuevas, u olvidadas; reflejos latentes de lágrimas que espera no vuelvan, que sabe él no traerá.

Él es día y noche, del azimut al cenit, de nuevo al horizonte, y nadir a veces espera, en los ojos de ella su imágen. A veces nadir, sonríe cuando la encuentra, como el sol y la luna, o ambos al mismo tiempo.

Ella es el eclipse de todas las cosas, lo hace vibrar y resalta su aura, que brilla en colores que sólo contemplan los ojos del ser, en calma, calma.

Él es el que peregrina por sus sonrisas, buscando un lapso de tiempo infinito, que sea tan puro como el agua de la montaña bajando por las vertientes, limpiando temores, transparente.

Ella es el miedo a perderla o perderse, el alba que trae un suspiro y el viento, que empuja a vivir cada día, cada noche, que ayuda a esperar en silencio o en risas, incita a surgir de la nada a la gloria y mirar, ver, descubrir qué mas hay en su misterio de mujer.

Él es también la savia del arbol, que cae y da vida a ilusiones de hojas, palabras y lápices. Que suena en las ramas de algún pensamiento, tal vez prolifere y crezca hasta el cielo, tal vez derroche sus fuerzas en vano; sabe que nunca cejará en esfuerzo.

Ella es el fuego que incendia el deseo. Consuma a su tiempo cada caricia, avanza imparable cuando se decide, arbitra el destino desde la punta de sus dedos, hacia los de él. A veces espera la brisa que sopla, que él está descubriendo, para encenderse y brillar, ser luz en las sombras, arder en pulsiones que los dos ingenian, un plan de improvisto, de palabras al oído y sonrisas cómplices, abrazos y manos que van, de aquí para allá, como la marea; ella es el fuego en la marea que nace del centro del alma, él es el leño para que arda, el barco para que navegue.

Ellos son dos que navegan y arden. Todos los días se incendian y viajan. Todos los días su eclipse aparece, resplandeciente y misterioso. Todos los días el agua fluye, el fuego quema, el viento sopla. Todos los días él la mira, la piensa, le habla, y sonríe.

No hay comentarios: