martes, noviembre 13, 2007

Una excusa

Lunes, circa 22:30 hs. Un plug-off, lamentablemente cada vez más necesario, una excusa incendiaria. Una imágen recurrente (una frase redundante), mucho y tan poco en lo que pensar, una idealización, lo demás no importa, si no hay nada. Tribulaciones, abstenerse. Interpretaciones, adelante. A veces hay que darse cuenta que el mundo no gira en torno a uno.

...


Ángel, tus alas me matan, me niegan, y en un golpe de tus ojos caigo. Sos la justa verdad, no voy a esperar más. Tu risa despiadadamente silenciosa, tu correctitud. Sí, lo absurdo sigue siendo lo más importante, lo inconciente, lo primal. La perspectiva del desastre siempre te seduce, nos seduce, pero la satisfacción, ya sabés, es leve, cada vez más. Igual vas a la carga, adelante, mientras antes falles mejor, más tiempo para endurecer otras alas, otras ilusiones.

Perdón, ángel, ahora ya sabés qué no esperar cuando tengas que enseñarme de nuevo a caer, y a levantarme.

Ves el aire?

Eso mata cuando no hay nadie.

Ves la sangre?

Es la nuestra. De quién más?

Perdón, ángel, tu cara de piedra no inspira más que al terror.

No es tu culpa, es de ellos. No lo niegues (tres veces por lo menos, seamos fieles), yo lo he negado ya porque así me lo dijo la pulsión. Aquí sí puedo ayudarte, y envejecer antes que vos.

No me mires, ángel, ese no es tu trabajo. Así no te enseñaron, pero es más fuerte que vos. Sí, yo quité los árboles de tu rostro, saqué la sombra que te quitaba justicia. Yo necesito tu justicia, tu implacable sien. No hay noche, ni fin de la noche, ni interminable víspera si no está tu frente concentrada en la mía.

Ángel, algún día otro será yo, y ya tendré mis alas de piedra. Y cuidaré de vos.

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